Aquí y ahora
Por José Luis Marcos Muñoz, presidente de Proel Consultoría.-
Desde el periodo inmediatamente después de la Navidades, el país se quedó en estado letárgico, y ciertamente hay un antes y un después. La situación era una antes de final de año y empezó a ser diferente en el 2019. Y en ellas andamos. Lo cierto es que hoy se vende menos. Sin embargo, no creo que sea un cambio de tendencia en los fundamentales de la economía.
Más bien se trata de algo que tiene que ver con el estado de ánimo. La inversión y muchas cosas en la vida son un estado de ánimo. Casarse con la novia de siempre, cambiar de coche o reparar el que se tiene, irse cuatro semanas de estudiadas vacaciones, todo es un estado de ánimo y ciertamente, es éste el que ha periclitado en los ciudadanos.
Especialmente en lo que se refiere al panorama político, cuya lista de truculencias culmina su última traca el 26 de Mayo, pero llevamos trimestres con el motor trucado por la indefinición de quien manda y qué es lo que va a hacer. Todo crea un estado de ánimo que ha llegado a toda la actividad económica, al consumo de bienes corrientes y bienes duraderos; si no, que se lo pregunten a los directivos del negocio del automóvil.
«Hoy la demanda de información de obra nueva se ha atemperado. La respuesta a la publicidad es mucho menor y el periodo de maduración, desde que se conocen las características de una oferta hasta que se toma la decisión, se ha alargado en el tiempo»
Y como no podía ser de otra manera, al mundo de las viviendas en particular y el inmobiliario en general. Porque hay menos confianza en el futuro y sobre todo en las rentas futuras, y se ha abierto en nuestros clientes un prudente esperar y ver, cuando los rescoldos del incendio de la pasada y brutal crisis, no se han apagado todavía.
Lo cierto es que hoy la demanda de información de obra nueva se ha atemperado. La respuesta a la publicidad es mucho menor y el periodo de maduración, desde que se conocen las características de una oferta hasta que se toma la decisión, se ha alargado en el tiempo.
Lo que vemos es que esto no responde a fundamentales del devenir económico. Creemos que es más bien un alto en el camino y responde a una situación más europea que nuestra propia.
Lo cierto es que la locomotora económica de la Unión tiene el motor gripado, Italia va como va con trimestres con crecimiento negativo, Francia además de una baja productividad, tiene un cirial cierto por la progresiva e inexorable proletarización de las clases media; amplias capas de las mismas van a vivir peor que sus padres.
A ello, hay que añadir un Brexit que no está muy claro qué es y cómo nos va a afectar, pero que no nos va a hacer ningún favor, un petróleo disparado… Todo esto acongoja al público en general, que cada día está más, (que no mejor), informado y le abduce y le retira temporalmente, de las grandes o pequeñas decisiones de compra. No siendo menos cierto que estas situaciones de autorestricción del consumo, si se prolongan en el tiempo, acaban transformando la potencialidad de una crisis en un acto.
Fijar rumbos y políticas
Esperemos que no sea así y que a partir del 26 de mayo, alguien mande, fije rumbos y políticas y tome decisiones: la gente normal si conoce el marco en el que ha de moverse, toma decisiones. ¿Qué es lo que creemos que pasa ahora en el inmobiliario? Simplemente hay miedo al futuro, demasiadas incógnitas y por un criterio de prudencia, el comprador se transforma en demanda latente, pero está ahí.
Ciertamente, ésta no puede hacer frente a cualquier tipo de precios y yo creo que ahora mismo estamos bordeando límites. Para la gente normal, sus sueldos los transforman en insolventes para comprar muchos productos. Hay que ser prudentes, muy prudentes con lo que se va a sacar al mercado. Tanto prudencia en la compra de suelos, cuanto prudencia a la fijación de precios de venta.
Hoy día el hecho cierto es que no hay suelo, donde hay demanda, y el poco que hay tiene precios difícilmente asumibles. La solución a este déficit crónico de suelo en el inmobiliario español, no se puede improvisar y, además, es ministerio de nuestros políticos, especialmente municipales y comunitarios y por ello, es un problema que no tiene solución, por falta de conocimientos y voluntad de los que, previo paso por las urnas, tienen que encargarse de estas gestiones.
«No hay suelo donde hay demanda, y el poco que hay tiene precios difícilmente asumibles. La solución a este déficit crónico de suelo en el inmobiliario español, no se puede improvisar y, además, es ministerio de nuestros políticos»
De otro lado, la subida del binomio mano de obra y materiales en la construcción es otra vuelta de tuerca en la subida de los precios. Ha acelerado la construcción industrializada como vía de conseguir mejor producto a un buen precio, pero hoy por hoy es un elemento que tira al alza de los precios.
Finalmente, tampoco ayuda el posicionamiento de la banca, que no financia compras de suelo, que exige un 50-70% de preventas para dar financiación a la construcción y que se siente más cómoda financiando al comprador final el 70% antes que el 80%. Pese a todo, no estamos ‘muertos’, tenemos todavía cierta demanda y si no nos volvemos locos en las compras de suelo y en la fijación de precios, tenemos futuro.
Las cuentas de las cotizadas están preñadas de beneficios futuros, porque tienen muchos y buenos suelos con plusvalías notables implícitas. La falta de financiación para la compra de suelos aleja del mercado a buenos inmobiliarios que saben hacer pero no pueden financiar. La financiación por fondos a intereses de más de dos dígitos, transforma al promotor en un gestor que cobra como tal y asume el riesgo del promotor, sin su rendimiento porque éste se lo lleva el fondo de turno. Además, el promotor reconvertido en gestor, no capitaliza con lo cual no se liberará nunca del fondo oportunista que lo financia, pero es el mercado que tenemos hoy.
En definitiva, se trata de hacer un alto en el camino, por mor de las inseguridades propias y alóctonas, pero siguen las buenas sensaciones. Son tiempos de prudencia, pero todavía tenemos cuerda, hasta la siguiente crisis, que llegará pero más tarde y no será tan letal como la última que conocimos.