Vietnam, naturaleza espléndida y riqueza de colores

Vietnam es un paisaje exuberante, unas pagodas, un enjambre de motos urbanas, es Confucio y es arroz, una historia y mil batallas, impresionantes bahías, es agua enjaulada, es leyendas, pero también sabores exóticos, naturaleza, gente y una riqueza admirable de colores y matices. Todo eso y mucho más es Vietnam, ese paraíso natural que se esconde en el sureste asiático.

Este pequeño país encierra de norte a sur magníficas joyas. De Hanoi a Ho Chi Minh City todo un rosario de maravillas. Así, por ejemplo, en el norte un espectáculo natural cinco estrellas es la Bahía de Halong. Cerca de la frontera con China se puede disfrutar de ese derroche de color que se vive en el mercado tradicional de Can Cau, mientras en el sur hay que paladear todo lo que rodea al río Mekong, en cuyo delta se escribe buena parte de la historia del país.

La bahía de Halong

En la costa norte de Vietnam, exactamente en el Golfo de Tonkin, se encuentra uno de los parajes naturales más impresionantes del planeta, un conjunto de dos mil islas de piedra caliza que emergen como por sorpresa en medio de las aguas del Mar de China. A este salpicado de rocas, cuidadosamente desordenado con sorprendente acierto sobre el mar, se le conoce con el nombre de Bahía de Halong y gracias a su singular armonía la Unesco no ha tenido más remedio que considerarla Patrimonio de la Humanidad e incluirla dentro de la lista de las Siete Maravillas Naturales del Mundo.

Tras subir los 432 peldaños que hay hasta la cima de la montaña en la isla Titov (llamada así en honor al cosmonauta ruso) se puede comprobar que Halong es un capricho único de la naturaleza, una melodía singular de rocas y agua maravillosamente interpretada, que hechiza y cautiva al espectador. Rendido ante tanta belleza no queda más remedio que admitir que solo una leyenda de fábula pudo ser el origen de aquel escenario irreal. Se da uno cuenta de que tiene que ser verdad lo que se dice y que solo la cólera de un dragón puede haber sido el origen de este lugar increíble. Es la única explicación razonable a este paraje de ensueño.

El mercado de Can Cau

En otro punto, allá donde Vietnam se confunde ya con China, en una esquina escondida en la que el tiempo se mueve al ritmo de las cosechas, las viviendas son de tosca madera vieja, las mujeres hilan ellas mismas el algodón para confeccionar los vestidos con los colores de su etnia, la tierra se trabaja todavía a mano y se ara con bueyes. Allá arriba donde las montañas rozan el cielo el terreno obliga al aislamiento y las gentes bajan una vez por semana para aprovisionarse y charlar en Can Cau, el concurrido y tempranero mercado de los sábados.

En Can Cau se dan cita los lugareños y el espacio pintado con el verde de los arrozales se tiñe de alegría con la fusión de los llamativos colores de los trajes. Los de los H´mong con los Red Dao y los de los Thai con los Nung. En este mercado multicolor se cruzan los dialectos, los acentos, las miradas, se emparejan las etnias, se transmiten las noticias, se mezclan las sonrisas. Todo se funde en esta feria singular al amor de la lumbre en los braseros de las improvisadas cocinas.

 

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