Sudán, la cuna de los faraones negros

Viajar a Sudán es una experiencia enriquecedora. En sí mismo viajar ya supone ampliar nuestro mundo; hacerlo a Sudán significa disfrutar de paisajes únicos, acercarse a otras culturas y apreciar formas de vida diferentes. Sudán es la confluencia de África del Norte con Oriente Medio, por tanto es aventura, desierto, palmeras, gente de piel oscura y mezquitas. Pero también historia, arqueología y hospitalidad.

El desconocimiento y la falta de información, la distancia a fin de cuentas -como casi siempre pasa-, es la causa de ese desconcierto inicial que se pone de manifiesto entre la gente de nuestro entorno, e incluso de las propias dudas, cuando uno se plantea viajar a Sudán. Sensaciones improcedentes en cualquier caso porque, excepto en algún punto periférico, Sudán es un país tranquilo, seguro y acogedor.

gente de sudanUn factor que pasa desapercibido para buena parte de los occidentales es que tras años de guerra civil entre las etnias del sur por un lado, cristianas y animistas, y por otro las árabes y musulmanas del norte, Sudán del Sur pasó a ser una región autónoma de Sudán con gobierno propio y, desde el referendum de 2011, un estado soberano e independiente. A partir de ahí, aunque no ha desaparecido totalmente, la tensión habitual existente en la zona se ha minimizado de forma notable.

Viajar a estas tierras del nordeste de África tiene muchos alicientes, muchos encantos añadidos a los que ya de por sí supone siempre viajar. Uno no menos importante es el de moverse por lugares en los que hay huellas del paso de nuestros antepasados desde tiempos remotos, una tierra en la que ya se asentaban, puede que hace un millón de años, hombres primitivos del Paleolítico inferior, lo que le proporciona por derecho propio el honor de ser la región con más historia de la Tierra.

Pirámides de Sudán

En consecuencia Sudán es rica en restos arqueológicos de gran interés. Un dato llamativo prácticamente ignorado (y que puede resultar anecdótico en el fondo) pero totalmente riguroso, es que en Sudán, aunque más pequeñas, existen bastantes más pirámides que en el mismísimo Egipto.

Resulta alucinante poder introducirse sin problemas en las necrópolis de Meroe, de Nuri o el-Kurru dentro de las cámaras funerarias y admirar escenas de la vida del momento, templos con bajorrelieves de los dioses y los reyes kushitas, pinturas de hace miles de años que conservan en perfecto estado sus colores originales. E igualmente alucinante resulta poder hacerlo en la más absoluta intimidad, porque ésta es otra de las grandes maravillas de un viaje por Sudán.

Afortunadamente la invasión turística global que ya abarca todos los rincones del planeta, es imperceptible en el caso de Sudán, prácticamente nula. Ya casi no sabemos lo que supone deleitarse en el disfrute de todas estas maravillas en soledad, sin ninguna clase de agobios y sin tener que soportar largas colas.

Algo que no todo el mundo conoce es que hubo un tiempo en que Sudán también fue tierra de faraones. La dinastía XXV es la dinastía de los faraones negros, los reyes kushitas, una etapa de gran esplendor para Egipto, durante la cual logra la máxima extensión territorial a lo largo del Nilo.

Y otro elemento tentador a tener en cuenta -que siempre se encuentra implícito en un viaje a Sudán-, es esa gran aventura que para todos los humanos supone moverse por el desierto, colocarse frente a frente ante un paisaje totalmente hostil de magnitudes desconocidas e inquietantes.

El desierto de Bayuda es misterio y es dureza, son temperaturas extremas, horizontes lejanos, escasez de agua y alimentos, falta de referencias orientativas, kilómetros idénticos de monotonía, un laberinto incontrolable y abrumador de dunas y arena. Todo este conjunto de complicadas circunstancias hacen extremadamente difícil la aclimatación para cualquier extraño. Poder enfrentarse a todo este panorama inhóspito de proporciones gigantescas con posibilidades de éxito es cuando menos un reto complicado para la piel de cualquier urbanita, que casi no sabe nada de saturación, de soledad y de rigores extremos.

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