El tren de la recuperación amplía sus destinos

Julio Irazábal, editor de El Inmobiliario mes a mes
Julio Irazábal, editor de El Inmobiliario mes a mes

Hay quien dice que el tren pasa varias veces por la vida de un individuo para que puedas cogerlo el día señalado. Y ese día parece que ha llegado. Ese vetusto tren inmobiliario de estrechas vías que partía de Madrid y terminaba en la estación de Sants de Barcelona hace apenas tres años, hoy es un AVE de raíles anchos que corre veloz también hacia otros destinos. Ese expreso de viajeros soñadores empedernidos en la actualidad tiene parada y fonda en las lanzaderas de la Costa del Sol, Alicante y Baleares, y muy pronto se unirán a estos nuevos apeaderos ciudades como Bilbao, Valencia, Málaga, Sevilla o Zaragoza, donde la recuperación residencial está tomando impulso y la obra nueva está siendo respaldada por buenos ritmos de venta.

Es el resultado lógico del progreso, que prefiere tender puentes para acortar distancias y cambiar el signo de los tiempos antes que caer en el fatalismo, tras la debacle que se produjo cuando estallaron nuestras particulares “subprimes” allá por el año 2007.

No es fácil salir del problema cuando se ha tocado fondo, y en el camino han quedado muchos cadáveres y un empobrecimiento generalizado de la sociedad española que aún no ha sido restituido. Sin embargo, a base de mucho esfuerzo y tesón, el sector inmobiliario ha sabido sobreponerse al revés y abordar una profunda reestructuración del tejido empresarial, con la inestimable colaboración de la inversión internacional, mientras pacientemente llegaba la recuperación de una demanda de vivienda solvente al mercado.

Eso dicen al menos los datos oficiales, a poco de celebrarse el Salón Inmobiliario de Madrid (SIMA), la primera gran cita de la primavera que, al margen de su importante faceta comercial, supone una puesta al día de las tendencias y previsiones del sector a partir de los eventos paralelos que se celebran. Con una estabilidad política que da un Gobierno en minoría necesitado de pactos y unas previsiones de crecimiento económico del PIB constantemente revisadas al alza, el país está ganando la batalla al desempleo y al desaliento.

España empieza a crecer de manera sostenida y eso se traduce en que en las zonas ya consolidadas, la venta sobre plano es ya una realidad. Hasta el punto de que puede afirmarse que la mayoría de las promociones se venden en su totalidad antes de la entrega de viviendas. Bien es cierto que los indicadores muestran que la demanda efectiva está protagonizada por la vivienda de reposición. Es decir, por el perfil de hogares con capacidad económica suficiente para limitar las necesidades de financiación.

Un escenario que todavía se nos antoja escaso y que intentará paliar el borrador del Plan Estatal de Vivienda 2018-2021 que tiene preparado para su aprobación el Gobierno. Y en el que parece que, por fin, se intentará dar respuesta a cuatro de las principales demandas del sector: incentivar la compra de vivienda por parte de los jóvenes, ayudas a la rehabilitación y al alquiler, y poner freno a la especulación de los apartamentos turísticos irregulares.

Un empeño en el que los promotores, comercializadores y demás agentes tienen que jugar el papel que les corresponde. Si algo está caracterizando este nuevo ciclo es el rigor financiero en las operaciones, con independencia del segmento de mercado donde se realizan, como consecuencia de los excesos pasados, pero también por el aterrizaje en el sector inmobiliario de los fondos de inversión y de las socimis, que han dinamizado el sector y generado nuevos modelos de negocio. Facilitando, entre otras muchas cosas, la industrialización de la producción de viviendas, uno de los grandes déficits estructurales de la época del “boom”.