La fortaleza del mercado inmobiliario español

Julio Irazábal, editor de El Inmobiliario mes a mes
Julio Irazábal, editor de El Inmobiliario mes a mes

La crónica de este mes obliga inexcusablemente a referirse al MIPIM, la feria por excelencia del inversor y promotor inmobiliario a escala planetaria que se celebra del 14 al 17 de marzo en Cannes, en un momento especialmente relevante para el futuro del negocio inmobiliario mundial. Durante cuatro días los organizadores de la cita gala esperan congregar en torno al Palais des Festivals a 23.000 promotores y profesionales del sector, 5.000 inversores y representantes de entidades financieras internacionales, además de 2.600 firmas expositoras llegadas de 90 países, lo que da una idea de la magnitud del evento.

Con el lema “A New Deal for Real Estate”, la edición de este año se ha propuesto abordar casi de manera monográfica el rol que tiene que desempeñar el sector inmobiliario en un mundo tan cambiante como el actual. El inmobiliario de hoy y de pasado mañana tiene ante sí el reto de incorporar al diseño y la gestión de los activos gran parte de las demandas sobre las que giran los progresivos cambios sociales y el inexorable papel preponderante de la tecnología, si quiere seguir siendo un sector puntero de la economía real. El negocio está en adelantarse al futuro, y en juego está la continuidad de una industria que ha colocado al cliente en el epicentro del tablero.

Desde la cercanía se tiene la sensación de que, la nutrida representación española que se desplaza al país vecino acude en esta ocasión más confiada y segura de la fortaleza del mercado inmobiliario español que otros años, si cabe. España roza ya el PIB previo a la crisis, aunque con dos millones menos de empleos. El país ha tardado ocho años en recuperar los niveles de actividad económica anteriores al estallido de la burbuja de crédito, que se llevó por delante tanto al sector inmobiliario como al de la construcción, pero eso ya es historia.

El inmobiliario español encadena varios años de crecimiento sostenido en términos de inversión y de actividad, lo que le convierte ante los ojos de los analistas en un mercado de oportunidades fiable, por encima del entorno de incertidumbre en el que se mueve el inmobiliario internacional. Con un perfil financiero, el modelo del negocio inmobiliario en España descansa en las nuevas figuras que, como las socimis, los servicers o los fondos internacionales, se crearon al calor de la crisis para después recuperar la inversión con altos retornos vía salida a Bolsa, con el permiso de un número exclusivo de inmobiliarias patrimonialistas.

Un número reducido de players que camina hacia la concentración y donde de vez en cuando salta la sorpresa. Como lo ocurrido en la reciente compra de la inmobiliaria Vía Célere del presidente de la patronal de los promotores españoles (APCE), Juan Antonio Gómez-Pintado, por parte del fondo estadounidense Värde Partners para unirla a dospuntos, donde se ha dado un paso más al frente. A diferencia de los fondos que compraban compañías, activos en concurso o desarrollos inactivos, en esta operación corporativa se ha adquirido una empresa activa, en pleno desarrollo. Y es que según los expertos, la promoción residencial en España quedará en manos de unas pocas grandes sociedades con capacidad de acceder a la financiación de mercados de capitales o emisión de deuda.

Un mercado que por ley natural dependerá en buena medida en el mundo desarrollado de los llamados millennials. Una generación que en España supera los ocho millones de personas que, aunque nacieron con la prosperidad, se dieron de bruces con la durísima crisis que truncó sus expectativas. Un colectivo de nativos digitales, comprometidos y participativos que aspiran algo más que sus padres, que se conformaban con un trabajo que les diera de comer, y que hacen suyo este discurso: “Nosotros queremos que nos dé de comer y que nos guste”. Toda una declaración de intenciones.