
“Desleal es aquel que desaparece cuando el camino es oscuro”, según una acertada definición del escritor J.R.R.Tolkien, y si de algo no se puede acusar a El Inmobiliario mes a mes es de no apoyar al sector en los difíciles momentos que siguieron al estallido de la fatídica burbuja que puso el mercado patas arriba.
El boom inmobiliario fue una tormenta perfecta: la confluencia de una serie de factores (económicos, sociales, políticos, legislativos…). Un cúmulo de errores ajenos y propios en un momento en que todo valía y en el que un sinfín de empresas se lanzaron sin ninguna experiencia al mercado residencial.
La fiebre por levantar casas, provocada por una demanda desbocada que infló el precio de los precios de los pisos, fue abonada por factores externos como un urbanismo casi salvaje, la liberalización total del suelo y unos ayuntamientos haciendo caja gracias a la recalificaciones de terrenos. Pero también por un sector financiero con barra libre de préstamos a compradores y promotores, un crédito fácil y barato que provocó el sobreendeudamiento de empresas y familias y que tuvo su puntilla con la crisis financiera global.
Tras el batacazo, y en plena crisis económica, fue cuando el sector pasó a denominarse el del “ladrillazo”, así despectivamente como sinónimo de especulación, viviendo una crisis de credibilidad que metió a todas las empresas en el mismo saco y que provocó la casi demonización de un negocio que, como ocurre con todos los que atraviesan dificultades económicas, quedó en la diana de los denominados fondos buitre.
Sin embargo, El Inmobiliario mes a mes no tiró la toalla y siguió acompañando a los profesionales durante este cambio de ciclo, aportando análisis e información de los distintos segmentos (oficinas, retail, hoteles, tasación, consultoría, industrial…) confiando en que, como ha ocurrido, el sector renaciera de sus cenizas, aprendiendo de sus errores.
Durante los años que precedieron al estallido de la burbuja, el sector afianzó su paulatino y sostenido crecimiento lo que le permitió iniciar en 2014 una senda alcista. En este arduo camino, El Inmobiliario mes a mes ha tratado de cumplir, modestamente y sin pretensiones, el objetivo con el que nació: ser una herramienta útil para el profesional inmobiliario.
Algo que continúa haciendo en la insólita etapa abierta con la pandemia global del coronavirus en la que nos encontramos y en la que la cabecera trabaja hombro con hombro con todos los actores que integran este sector vital en la economía que luchan por desprenderse del zarpazo que ha supuesto este virus.
Lo hacen adaptándose a velocidad de vértigo tanto a las nuevas necesidades de los usuarios en materia de vivienda como a las de las empresas a la hora de compaginar oficinas y teletrabajo. Y también, acelerando la digitación e innovación del conjunto de las empresas del sector, al tiempo que el retail y la logística se transforman para estos nuevos tiempos, dado el impuso que ha recibido el comercio electrónico por el Covid.
Y en esas estamos. Ante un horizonte de cambios que encaramos con optimismo. Aunque el futuro siempre es incierto, y hay algunos nubarrones como la controvertida ley de vivienda que prepara el Gobierno. Desde esta publicación trataremos de seguir cumpliendo la meta que Julio Irazábal se propuso cuando creó esta cabecera sectorial: respaldar a las empresas dando información completa y veraz sobre cómo afrontan los importantes retos que tienen por delante, que pasan por ser más sostenibles sin dejar de crear riqueza. La emergencia climática exige un proceso de descarbonización en el que queda mucho por hacer, por ejemplo impulsado la construcción industrializada, un camino que puede que sea largo y costoso pero en el que, por nuestra parte, las compañías no estarán solas.
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